Nos adentramos en Bolivia llenas de ilusión y con unas ganas inmensas de conocer el mundo. Después de pasar meses planeando el viaje, nos emocionaba la idea de cruzar el charco y sumergirnos en experiencias que sabíamos que jamás podríamos olvidar.
La aventura comenzó el 21 de septiembre del 2010, con el comienzo de la primavera boliviana; 6 meses fueron suficientes para conocer parte de la realidad de Bolivia y para conocer gran parte de lo que soy que aun no conocía.
Durante la estancia en Bolivia, estuve trabajando en dos proyectos llevados a cabo por la ONG IPTK (Instituto Politécnico Tomás Katarí). El objetivo de esta ONG (en el ámbito de la educación) es, por una parte, dar educación a jóvenes indígenas que si no fuera por ellos seguramente no podrían recibirla; y por otra, posibilitar la educación de los niños trabajadores de la calle.
El primer proyecto se sitúa en una pequeña aldea del altiplano boliviano; un pequeño pueblo llamado Ocurí. A 4000 metros de altura, es un pueblo de lo más indígena que he conocido. Nuestro objetivo era impartir clases a niños de entre 4-12 años en un aula de multigrado.
El segundo proyecto se sitúa en la ciudad de Sucre. Una ciudad marcada por las grandes diferencias sociales que se crean en una gran ciudad. Este proyecto abarca a las principales víctimas de esta situación: los niños trabajadores bolivianos. Lo que trata el proyecto es sacar al niño de esa situación que no le corresponde y convertirlo, aunque sólo sea por un instante, en lo que realmente es: un niño.
En los siguientes días intentaré exponer todas las reflexiones que he hecho a lo largo de este tiempo sobre la educación en un mundo tan diferente al que nosotros conocemos.
Para finalizar el día de hoy, os propongo que visitéis la siguiente página donde se exponen los principales objetibos y el gran trabajo de la ONG en la que participé: IPTK
También os pongo dos fotos para que os hagáis un poco la idea de cómo es Ocurí, el pueblo indígena del que os he hablado más arriba.